La biotecnología agrícola se centra en aumentar la productividad y reducir costes, generar innovaciones y mejoras en los cultivos además de conducir a prácticas agrícolas más «ecológicas» que contribuyan a una agricultura sostenible y que utilice los recursos con respeto al medio ambiente.
Las aplicaciones de la biotecnología en el campo de la agricultura
Mejorar las propiedades organolépticas y nutritivas
Conocer el metabolismo de las plantas permite la mejora e introducción de algunas características diferentes. En el tomate, se ha logrado a través de la biotecnología mejorar la textura y la consistencia impidiendo el proceso de maduración, al incorporar un gen que inhibe la formación de pectinasa, enzima que se activa en el curso del envejecimiento del fruto y que produce una degradación de la pared celular y la pérdida de la consistencia del fruto.
En la soja, se ha logrado aumentar el contenido en metionina, aminoácido esencial, mejorando así la calidad nutritiva de las especies. A su vez en el maíz se trabaja para aumentar el contenido en ácido oleico y en incrementar la producción de almidones específicos.
Resistencia a herbicidas
La resistencia a herbicidas tiene su base en la transferencia de genes de resistencia a partir de bacterias y algunas especies vegetales. Así se ha conseguido que plantas como la soja sean resistentes al glifosato, a glufosinato en la colza y bromoxinil en algodón.
Además con las variedades de soja, maíz, algodón o canola que las incorporan, el control de malas hierbas se simplifica para el agricultor y mejoran la compatibilidad medioambiental de su actividad, sustituyendo materias activas residuales.
Otro aspecto muy importante de estas variedades es que suponen un incentivo para que los agricultores adopten técnicas de agricultura de conservación, donde se sustituyen parcial o totalmente las labores de preparación del suelo. Esta sustitución permite dejar sobre el suelo los rastrojos del cultivo anterior, evitando la erosión, conservando mejor la humedad del suelo y disminuyendo las emisiones de CO2 a la atmósfera. A largo plazo se consigue mejorar la estructura del suelo y aumentar la fertilidad del mismo.
Resistencia a plagas y enfermedades
Gracias a la biotecnología ha sido posible obtener cultivos que se auto protegen en base a la síntesis de proteínas u otras sustancias que tienen carácter insecticida. Este tipo de protección aporta una serie de ventajas muy importantes para el agricultor, consumidores y medio ambiente como son la reducción del consumo de insecticidas para el control de plagas y la protección duradera y efectiva en las fases críticas del cultivo.
Este tipo de resistencia se basa en la transferencia a plantas de genes codificadores de las proteínas Bt de la bacteria Bacillus thuringiensis, presente en casi todos los suelos del mundo, que confieren resistencia a insectos. Este gen formador de una toxina bacteriana con una intensa actividad contra insectos se ha incorporado a multitud de cultivos. Destacan variedades de algodón resistentes al gusano de la cápsula, variedades de patata resistentes al escarabajo y de maíz resistentes al taladro.
Los genes Bt son sin duda los más importantes pero se han descubierto otros en otras especies, a veces con efectos muy limitados (en judías silvestres a un gorgojo) y otras con un espectro más amplio de acción como los encontrados en el caupí o en la judía contra el gorgojo común de la judía. Los casos más avanzados de plantas resistentes a enfermedades son los de resistencias a virus en patata, tomate, pimiento, calabacín, soja, papaya, alfalfa y albaricoquero.
Según la Asociación Española de Bioempresas en su informe ASEBIO, uno de los objetivos de la biotecnología agrícola es identificar los genes más resistentes con el fin de crear nuevas variedades que se adapten de forma óptima a las futuras condiciones climáticas.
Además de estas aplicaciones existen otras como la obtención de variedades coloreadas imposibles de obtener por cruzamiento o hibridación, como el el caso de la rosa de color azul a partir de un gen de petunia y que es el responsable de la síntesis de delfinidinas (pigmento responsable del color azul). En clavel también se ha conseguido insertar genes que colorean esta planta de color violeta. Además se ha conseguido mejorar la fijación de nitrógeno por parte de las bacterias fijadoras que viven en simbiosis con las leguminosas.
Otra línea de trabajo es la transferencia a cereales de los genes de nitrificación de dichas bacterias y la producción de plantas transgénicas productoras de vacunas, como tétanos, malaria en plantas de banana, lechuga y mango.